Tus plantas pueden sufrir todo tipo de problemas. Unos serán debidos a la incompatibilidad con el clima, suelo, riego, temperatura… Otros serán causados por el ataque de algún animal parásito. Incluso tienen sus propias enfermedades provocadas por hongos, bacterias o virus. Diferenciar unos casos de otros te será de gran ayuda para averiguar qué le está pasando a tu planta.
Contenido de la entrada
1. Posibles problemas de tus plantas
Tienes que tener en cuenta algunos conceptos importantes antes de diagnosticar a tu planta enferma. Los factores que le causan daños pueden ser:
1. Agentes no parasitarios (fisiopatías): la planta tiene alterado su metabolismo por razones culturales o ambientales, como una exposición solar inadecuada, temperaturas extremas, déficit o exceso de agua, pH de la tierra inapropiado, carencias nutricionales, agentes meteorológicos extremos, fitotoxicidad por un producto químico, etc.
Se identifican porque la distribución de los síntomas es uniforme y suelen afectar a varias especies a la vez, las manchas en las hojas son siempre con límites definidos, aparecen súbitamente y de forma esporádica… Un ejemplo de esto serían las carencias de minerales que puedes solucionar con abonos (la clorosis férrica en plantas acidófilas es un caso habitual).
2. Agentes parasitarios (plagas y enfermedades): son daños en las plantas provocados por seres vivos.
Se diferencian de los anteriores porque la distribución es irregular, afectan a una especie en concreto, los márgenes de las lesiones tienen límites poco definidos, los síntomas son progresivos y complejos, la aparición es cíclica coincidiendo con la biología de la especie parasitaria, etc.
– Plagas: son siempre provocadas por animales (insectos, ácaros, moluscos, miriópodos y vertebrados). Los daños habitualmente son limitados y reversibles.
Hay plaga cuando el nivel de población es excesivo, quizás por un desequilibrio con su predador.
Los síntomas estarán relacionados directamente con la especie parasitaria (ciclo vital, morfología y forma de alimentarse). Además de los problemas visibles, se puede hacer un diagnóstico directo si observas al causante de éstos. Para ello mirarás también el reverso de las hojas.
Algunas de las plagas más frecuentes son: pulgones, cochinillas, araña roja, mosca blanca, trips…
Los pulgones son de lejos la plaga más frecuente en plantas ornamentales.
– Enfermedad: es la alteración metabólica en la planta derivada de la acción de hongos, virus, bacterias o nemátodos.
Solo son visibles los síntomas, no es posible ver al patógeno sin la ayuda de un microscopio o lente binocular. Puedes observar marchitamiento, podreduras, clorosis (amarillamiento por pérdida de clorofila), malformaciones, alteraciones del crecimiento, etc.
Las enfermedades son más difíciles de combatir por lo que se debe hacer énfasis en la prevención.
Algunas enfermedades provocadas por hongos son el oídio, que cubre de un polvo blanco hojas y nuevos brotes, o la negrilla, propiciada por la melaza de algunos insectos; ambos afectan a numerosas especies de plantas.
La mancha negra del rosal, que aparece en la foto, es especifica sin embargo de estas rosáceas. En los enlaces te doy la solución a cada uno de ellos.
3. Malas hierbas o plantas adventicias: son aquellas plantas que crecen en un momento y en un lugar no deseable para los intereses del ser humano.
No son productivas y suponen un deterioro estético. Competirán con tus plantas en espacio, nutrientes, agua y luz. Son espontáneas y tienen una elevada persistencia. Para colmo, pueden transmitirles plagas y enfermedades.
Su enorme capacidad reproductiva y de adaptación hace a las malas hierbas difíciles de erradicar sin la acción de herbicidas.
2. Diagnóstico de tus plantas
En las plagas es habitual ver al parásito, con lo cual solo quedaría reconocer su especie. Pero esto no siempre es una labor sencilla, quizás tengas que diagnosticar a tu planta únicamente por la observación de sus síntomas. Si es así, escoge una muestra representativa de la planta, para poder hacer una valoración correcta y ten en cuenta las consideraciones siguientes.
– Convergencia de síntomas: diferentes parásitos pueden dar síntomas muy parecidos. Como es el caso de los insectos chupadores de savia. Pulgones, cochinillas y moscas blancas segregan melaza dejando las hojas brillantes y pegajosas, además de deformar los nuevos brotes.
– Divergencia de síntomas: el mismo patógeno puede provocar alteraciones diferentes en función de la planta que parasita.
– Acción diferida: el parásito puede encontrarse en la raíz, por ejemplo, y mostrar problemas en las hojas. Es el caso de los nemátodos (gusanos que se alimentan succionando el alimento del aparato radicular de la planta).
3. ¿Dónde buscar?
1. Empezarás por las hojas. Debes mirar tanto en su anverso para identificar los síntomas, como en su reverso en busca de los parásitos.
El envés de las hojas y los brotes tiernos son los lugares escogidos por la mayoría de plagas. Son las partes de la planta donde tienen más facilidad para atravesar sus tejidos.
2. Comprueba, teniendo en cuenta lo explicado anteriormente, que no se trate de una fisiopatía. Para ello has de conocer las necesidades de la planta. Valora las condiciones en las que se encuentra y si es posible corrige el problema.
3. En tronco y ramas puede haber chancro, gomosis, necrosis… Es interesante que llegado a este punto, si todavía no has obtenido resultados, practiques tanto cortes transversales como longitudinales para buscar en su interior. Si hay hongos los haces vasculares se verán marrones o negros en lugar de verdes (Traqueomicosis).
4. En el cuello es posible detectar también algunos hongos patógenos (por ejemplo Armilaria). Practica una cata cerca de la raíz. El hongo lo encontrarías entre la corteza y el tronco (será de color blanco).
5. Podría ser un hongo de raíz como la Phytophthora o quizás se trate de nematodos. Tanto en un caso como en otro solo observarás los síntomas (clorosis, marchitamiento…).
El único diagnóstico certero, en estos casos, será enviando una muestra representativa a un laboratorio de sanidad vegetal. Por suerte, estos problemas tienen una causa común que es evitable: el exceso de humedad en las raíces. De poco sirve el trabajo “a posteriori”, mejor centra tu energía en la prevención.
4. Daños por insectos hemípteros
Como es habitual los síntomas apreciados en tus plantas estarán relacionados con la alimentación de la especie parasitaria.
Los daños mostrados en esta fotografía están provocados por cochinilla acanalada, pero serían similares en todos los insectos del orden de los hemípteros -como pulgones, cochinillas o moscas blancas-. Estos parásitos tienen un aparato bucal diseñado para perforar las paredes del tallo o las hojas y acceder fácilmente a los vasos conductores de savia.
Los hemípteros tienen preferencia por las partes de la planta en crecimiento. Al succionar la savia deforman las hojas y les hacen perder su color. Con un número elevado de individuos llegarán a secar tallos e incluso ramas.
Tanto pulgones, como cochinillas y los demás, excretan un residuo azucarado que ensucia la planta y atrae a las hormigas. Esta melaza es también el principal caldo de cultivo del hongo de la negrilla.
Para combatir estas plagas funciona muy bien la lucha biológica. Existen algunos insectos útiles que por si solos son capaces de controlarlas. El caso más común es el de la mariquita, voraz depredadora del pulgón.
5. Consejos para la salud de tus plantas
Con el objetivo de evitar problemas de salud futuros en tus plantas, que te hagan perder tiempo y dinero, es fundamental el buen diseño de tu jardín. Deberás considerar, además del criterio estético y funcional, una preparación adecuada del suelo, la planificación del riego, la elección correcta de las especies y su coherente distribución.
Aquí van algunos consejos para evitar plantas enfermas:
1. Planta siempre especies autóctonas o adaptadas a las condiciones del lugar, de esta manera te evitarás la mayor parte de los problemas. Las plantas que no estén aclimatadas o sufran carencias serán más susceptibles a plagas y enfermedades.
2. Trasplánta los ejemplares siempre a un contenedor más grande del que traen al adquirirlos. Las raíces necesitan espacio para desarrollarse. Procura cambiar de maceta cuando sea necesario y asegúrate de que dispongan de un buen drenaje.
Las plantas en maceta se han de regar con más frecuencia que si estuvieran plantadas en el suelo. Comprueba, sin embargo, que la tierra esté seca antes de hacerlo.
Riega siempre después del trasplante
3. Si la plantación es en suelo, procura efectuar un hoyo suficientemente grande, para que las raíces se desarrollen y el agua de riego sea evacuada. Un agujero pequeño en un terreno arcilloso hará que el agua quede en contacto con las raíces por demasiado tiempo. Para plantar en el jardín de forma correcta, mira esta entrada del blog.
Con la humedad excesiva también pueden desarrollarse hongos perjudiciales en el suelo, que pudran las raíces. Una buena idea, tanto en suelo como en contenedor, es poner una capa de graba en el fondo para facilitar el drenaje.
4. Utiliza un sustrato adecuado para mejorar las cualidades del soporte disponible. Una correcta preparación del terreno aportará a tus plantas los nutrientes necesarios. Para abonos posteriores utiliza preferiblemente los de origen orgánico. Los fertilizantes químicos mal equilibrados favorecerán la aparición de plagas y enfermedades.
5. ¡Importante…! considera también los requisitos lumínicos de cada especie.
6. Cuando se tenga instalado riego automático en el jardín, distribuye las plantas de forma lógica, agrupándolas por necesidades hídricas similares. Así evitarás los daños por exceso o por defecto.
7. Un error muy frecuente es el exceso de riego. Mueren más plantas por esta razón que por ninguna otra. Si riegas con demasiada frecuencia podrías causarles anoxia radicular (asfixia de las raíces).
Las raíces requieren que en el sustrato haya un equilibrio entre agua, oxígeno y nutrientes. No podrán respirar cuando el agua desplaza al aire, ocupando todo el espacio libre entre las partículas del suelo.
Los síntomas de la anoxia radicular serán similares a los de la carencia de agua (marchitamiento y clorosis) y por desgracia, al confundirlos, se seguirá regando empeorando la situación. No cometas el mismo error. El uso racional del agua es la mejor manera de evitarlo.
En esta entrada te he mostrado la punta del iceberg. Aquí solo tienes los puntos clave con los que hacerte una idea de a qué atenerte. Nada es cuestión de cinco minutos, ya lo sabes; de ti depende profundizar. ¿Tienes ganas de seguir aprendiendo? Adelante…
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