A principios de año, las orugas de procesionaria ya llevan un par de meses engordando a costa de los sufridos pinos. Quizás puedas ver los primeros bolsones blancos colgando de sus ramas. Si es así, cuidado; es a partir de ahora, cuando disponen de sus pelos urticantes. Si alguna vez te las has visto con ellas, sabes de qué te hablo.
La oruga de la procesionaria del pino (Thaumetopoea pityocampa) tiene preferencia por las acículas de todo tipo de pinos. Sus nidos de seda blanca son un adorno habitual durante el invierno en las pinedas mediterráneas, pero pueden descubrirse además sobre los cedros y los abetos.
Utilizan las inquietantes bolsas para protegerse del frío a lo largo de toda su vida larvaria, que consta de cinco estadios. Sin embargo, por su tamaño, son más fáciles de observar a partir de diciembre (durante su tercera fase de oruga).
Luego, en la primavera y terminado su crecimiento, descenderán hasta el suelo para su enterramiento. Formarán las peculiares hileras: una procesión de orugas comandadas siempre por una hembra.
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1. Su biología
El adulto de la procesionaria del pino es una polilla o mariposa nocturna. Una de tantas… discreta, aunque de cierta belleza por su extraña pilosidad. De vida efímera, una vez surge de la crisálida durante los meses de verano, no se alimenta y solo dispone de dos días para aparearse y dejar su descendencia.
La hembra fecundada gusta realizar la puesta alrededor de una o dos acículas. Coloca más de un centenar de huevos que eclosionarán transcurrido un mes: entre mediados de setiembre o principios de octubre (depende de la climatología).
Las orugas recién nacidas serán pequeñas (de apenas 3mm), ya con su característica cabeza negra, pero con el cuerpo amarillo y aún carentes de pelos urticantes.
Comenzarán a alimentarse de inmediato en los pinos, royendo las acículas; aunque los daños todavía pasarán desapercibidos.
Es a partir de la segunda muda cuando resultarán peligrosas, sobre finales de noviembre o principios de diciembre. En su tercer estadio estarán ya armadas con las irritantes púas, capaces de causar molestias a personas y animales.
Aunque el comportamiento siempre fue gregario, ahora los nidos serán mayores. Al menos será más fácil localizar los bolsones y por lo tanto detectarlas.
Durante el cuarto y quinto estadio las orugas mantendrán un aspecto similar al anterior. Seguirán, si nada lo remedia, alimentándose de su huésped hasta terminar su desarrollo, dejando de testimonio los tristes penachos de agujas secas.
Entre marzo y abril, con la mejora de las temperaturas, las orugas bajarán de las copas en dirección al suelo, para enterrarse y pupar. El fenómeno es curioso, pues se desplazan en fila india, pegadas la una a la otra, de forma parecida a una procesión.
Las crisálidas permanecerán enterradas hasta el verano, momento en que las mariposas emergerán dando lugar a un nuevo ciclo. Algunas pueden permanecer en el suelo, latentes hasta cuatro años, a la espera de las condiciones adecuadas (diapausa se llama el prodigio).
2. Daños e inconvenientes
La procesionaria no solo es un inconveniente para los pinos atacados, a los que mengua las defensas y deja con un aspecto lastimoso, también puede ser una molestia para las personas.
En las inmediaciones de los pinos afectados permanecerán pelos urticantes suspendidos en el aire, capaces de causar irritaciones, dermatitis o alergias a los más sensibilizados. Además, el contacto directo de las orugas o de sus nidos con niños o animales domésticos podrían provocar daños de cierta gravedad.
Los pinos afectados por la procesionaria, al quedar tocados, son más susceptibles a la irrupción de otras plagas y enfermedades. Es frecuente la agresión posterior del Tomicus, un coleóptero perforador de su tronco.
3. Prevención de la plaga
Para prevenir el ataque de la oruga del pino, como siempre, es conveniente tener los árboles bien atendidos: con sus necesidades de riego y nutrientes satisfechas serán menos vulnerables. La plaga se ceba sobre todo con los ejemplares debilitados y los más jóvenes.
También tiene predilección por ciertas especies de pino por encima de otras, estando el “Pinus canariensis” y el “Pinus nigra” entre sus favoritas.
Facilitar la diversidad de pájaros insectívoros (herrerillos, carboneros, abubillas…) puede ayudar a controlar las poblaciones de oruga por debajo de un límite aceptable. Para ello se aconseja la colocación de cajas nido.
4. Tratamiento contra la procesionaria
En los parques, jardines o zonas próximas a áreas recreativas, donde se repite el problema año tras año, se puede actuar de forma precoz. La pulverización de Bacilus thuringiensis (insecticida biológico) es muy eficaz contra el lepidóptero durante sus dos primeras fases larvarias. También actúa en la tercera, aunque su efectividad es menor.
La intervención puede ser compatible, incluso aconsejable, con el uso previo de trampas con feromonas. Éstas atraparán al macho, evitando su apareamiento, y a la vez servirán para detectar los ejemplares en vuelo. Es el mejor marcador para los tratamientos.
Los inhibidores del crecimiento también son una buena opción, siendo recomendables en las etapas tempranas de las orugas.
Con posterioridad y en zonas localizadas, la acción sobre los nidos de la procesionaria puede ser determinante, retirándolos mecánicamente y procediendo a su destrucción. También es posible tratarlos con insecticida.
Los piretroides son la última alternativa. Eficientes en todo momento, también lo serán con otros insectos beneficiosos. Pueden empeorar la situación, afectando a predadores y parasitoides de la procesionaria; al ser de amplio espectro han de utilizarse con cuidado.
¿Y tú… has visto ya nidos de procesionaria en los pinos de tu región?
El ciclo biológico de la procesionaria está influenciado en gran manera por las condiciones climáticas de cada zona. Por lo que los tiempos de vuelo, nacimiento, mudas o enterramiento, pueden variar, adelantándose o atrasándose, dependiendo de las circunstancias.
Por cierto, en confianza, ¿no te pica solo de verlas?
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