La fitóftora o Phytophthora es una enfermedad fúngica que conviene prevenir a toda costa. Ataca a las raíces y el cuello de las plantas en suelos mal drenados o regados en exceso: la absorción del agua y los nutrientes se ve dificultada por el hongo que puede acabar secando la planta por completo.
La fitóftora (Phytophthora sp) es también conocida como la enfermedad de los setos o amarronamiento de las coníferas por su especial incidencia entre los cipreses y thujas, aunque también se da en otras especies, incluso en el césped (fíjate en la fotografía).
Una curiosidad… el termino Phytophthora etimológicamente significa “destructora de plantas“. Este hongo tiene el triste mérito de acabar con árboles monumentales a pesar de su gran tamaño y longevidad.
Aunque comúnmente se la relaciona con los hongos, para ser rigurosos no se considera un hongo verdadero sino un organismo parecido: Oomycetes. En este artículo, con el permiso de los puristas y para entendernos, seguiré tratando a la fitóftora como tal.
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1. Síntomas de la enfermedad
El hongo penetra en las raíces absorbentes, encargadas de captar la humedad y los nutrientes del suelo. En los árboles, mientras necrosan estos tejidos, puede continuar su ascenso por el cuello mostrando algunas evidencias: la corteza se agrieta y se perciben exudaciones de resina (gomosis). Si se puede observar el cambium se ve de color oscuro.
Los síntomas de la enfermedad varían ligeramente: hay diferentes tipos de fitoftora y también condiciona el hospedante. Aquí tienes los más habituales:
Especies muy sensibles a la fitoftora
En las coníferas se muestra un secado progresivo en las ramas que ascienden desde la base del tronco hacia la punta de la copa. Si no se interviene rápidamente, la muerte está asegurada.
En los cítricos: debilitamiento general, brotes débiles, hojas pálidas y con nervios cloróticos, gomosis, agrietamiento de la corteza desde la base hacia arriba. Dependiendo de la gravedad del ataque se pueden secar solo unas ramas o el árbol entero.
En encinas y alcornoques se conoce como podredumbre radical o seca. Puede producir la muerte súbita o el debilitamiento progresivo del árbol.
Los cerezos y melocotoneros tampoco se libran: escasa brotación, hojas amarillas, defoliación, secado gradual de las ramas, exudación de resina, agrietamiento de la corteza…
El césped acabado de germinar o con mal drenaje es especialmente sensible: se muestran desecaciones irregulares que se van extendiendo, originando calvas cada vez mayores.
Al principio los síntomas pueden confundirse con los de la falta de agua, algo que puede inducir a seguir regando y empeorar la situación. La humedad elevada y el déficit de oxígeno en el suelo son un caldo de cultivo perfecto para la proliferación de hongos patógenos como la fitóftora y otros similares.
Si añadimos al cóctel la alta temperatura estival, el avance de la enfermedad será rápido.
Al ensañarse con las raíces y los vasos conductores de savia, el hongo corta en poco tiempo el suministro de alimento, provocando si no se actúa a tiempo la muerte del anfitrión.
Es importante concienciarse de la gravedad de esta enfermedad. Más que nunca, la prevención debe ser tu prioridad. Una vez instaurado el hongo es casi imposible erradicarlo; como mucho solo podrás detener su avance.
2. Tratamiento de la Phytophthora
Para contener, que no eliminar, la enfermedad es efectivo un fungicida sistémico apto para la Phytophthora y el pythium, asimilable tanto por las hojas como por el sistema radicular.
3. Fitóftora en el césped
Para la fitóftora en césped conviene pulverizar con mochila. Si la superficie es mayor o menor solo debes adaptar el volumen de caldo.
A continuación se aplica sobre la zona afectada y alrededores cuidando que el producto caiga debidamente en el césped. La boquilla del pulverizador ha de trabajar a pocos metros del suelo para evitar la deriva.
Conviene repetir el tratamiento cada dos semanas hasta ver remitir los síntomas.
4. En cipreses, frutales y otros
En las coníferas, cítricos y resto de frutales interesa más el riego directo de las raíces: unos diez litros pueden ser suficientes para árboles pequeños, debiendo doblar la cantidad en los ejemplares mayores.
Es conveniente, si no lo hubiera, adecuar un alcorque para evitar la pérdida del producto.
Si son pocos los árboles afectados se puede utilizar una simple regadera, pero en algunos casos serán necesarios depósitos de más capacidad.
Lo ideal para atajar el avance es un tratamiento mensual desde junio hasta setiembre: en los meses de calor es cuando el hongo es más peligroso. Al menos se realizan tres aplicaciones y se evita abonar hasta pasado un par de semanas, así se evita el riesgo de incompatibilidad entre productos.
Los fungicidas ayudan pero no hacen milagros. Si las plantas están muy afectadas quizás sea demasiado tarde; la clave está en parar a tiempo la enfermedad.
Si se produce la muerte de algún ejemplar hay que retíralo inmediatamente, se evitará el contagio de los próximos a él.
No se reutiliza la tierra ni se vuelve a plantar especies sensibles en el mismo lugar: el nuevo ocupante enfermará con toda seguridad. La phytophthora como otros hongos del suelo permanece mucho tiempo latente.
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